Introducción
Por medio del segundo centro de energía, el chakra de la sede del alma, experimentamos la libertad: la de convertirnos en todo lo que estamos destinados a ser.
Los antiguos consideraban al alma como un verdadero centro de energía, como si fuera una toma de corriente. En las artes marciales es nuestro punto de equilibrio y el foco central del chí, la energía interior esencial para preservar la vida.
Este chakra constituye asimismo el punto donde establecemos contacto con nuestra alma y recibimos sus impresiones y su guía.
Ella es sabia y capaz de aportarnos un gran sentido de orientación o dirección interna. Todos contamos con facultades del alma. Cuando alguien te inspira un sentimiento visceral, estás recibiendo una impresión instantánea del alma.
En ocasiones esta te advertirá: “No es prudente ir a ese sitio o hacer tal cosa ahora…”. Es parte de nuestro sistema de guía interna.
La mayoría de las veces tales impresiones e intuiciones son certeras. Cuanto mayor sea el contacto de nuestra alma con su verdadera naturaleza espiritual, más sensibles y precisas serán esas interpretaciones.
Y, cuanto más apegada esté nuestra alma al ego humano, al yo irreal, menos claras serán. Las iniciaciones del chakra de la sede del alma se refieren a la expresión de la verdadera voz de nuestra alma y sus impulsos creativos. En el nivel de ese chakra también nos ocupamos de los arquetipos, los patrones y la personalidad.
Los poderes de la procreación en el hombre y la mujer se hallan en el chakra de la sede del alma. Los espermatozoides y los óvulos transmiten patrones físicos y kármicos a través de los genes y los cromosomas, y también la matriz espiritual de nuestra identidad, es decir, nuestra herencia espiritual.
El alma guarda un recuerdo antiguo, siquiera tenue, de su origen divino, su patrón divino y el papel que ha de desempeñar en el proyecto de Dios. Si bien nuestra alma está destinada a ser un estanque cristalino en el que se refleje ese patrón original, a veces las aguas se enturbian. En su viaje a través de los tiempos, ha asumido, en ocasiones, patrones que no estaban alineados con su arquetipo divino.
Muchos de nosotros hemos vivido la experiencia de intentar encontrar la misión de nuestra vida, mientras que otra persona, con buenas intenciones o sin ellas, ha tratado de imponernos su versión del plan para nuestra vida. Tu oportunidad en el nivel del chakra del alma es recuperar la matriz original de la identidad de tu alma, esto es, ser fiel a ti mismo.

Chakra de la sede del alma
- Ubicación: entre el ombligo y la base de la columna
- Color: violeta
- Nombre sánscrito: Svadistana (“dulzura” o “morada del ser”)
- Pétalos: 6
- Expresión positiva: libertad, misericordia, perdón, justicia, trascendencia, alquimia, transmutación, diplomacia, intuición, profecía, revelación.
- Manifestación desequilibrada: incapacidad de perdonar, de ser justo o misericordioso, intolerancia, falta de tacto, indiferencia para con los demás, crueldad
- Órgano del cuerpo: órganos y sistemas de eliminación y reproducción
- Instrumento musical: instrumentos de viento de madera
- Piedra preciosa: amatista, diamante, aguamarina
- Religión: Taoísmo
- Arcángel: Zadquiel
Tu reto es liberar al alma para que reconozca y luego reivindique la totalidad de tu herencia y patrón espirituales.
El conocimiento de uno mismo, del yo real y del verdadero sendero en la vida, constituye el punto de partida de nuestro poder individual y la liberación del alma.
Aquella que es ciertamente libre es la que puede expresar su realidad innata.
Si no tuvimos personas que nos sirvieran de modelo o quienes cuidaron de nosotros no nos incitaron a estar en sintonía y cultivar la identidad singular de nuestra alma, puede que jamás hayamos percibido el verdadero plan para el alma.
Si nuestros padres o alguna persona con mucha autoridad nos impusieron su voluntad, resultará que una parte de nosotros irá en busca de un sueño que no es nuestro.
Equilibrar las energías al nivel de la sede del alma requiere que decidamos si vamos a dejar que nuestra energía se desvíe por apartados caminos que otro ha forjado por nosotros.
Nunca seremos del todo felices ni nos sentiremos tranquilos y realizados si no reclamamos esa energía y la dirigimos de vuelta a la corriente principal de nuestra vida.
Cuando recorremos un sendero espiritual descubrimos que los desafíos mayores no vienen de fuera, sino de dentro.
El camino hacia la maestría sobre uno mismo es un proceso constante de examinarse.
Debemos tener el valor de examinar qué cantidad de identidad invertimos en nuestra naturaleza verdadera y divina y cuánta, en nuestra naturaleza inferior, nuestro ego humano.
Los cabalistas llamaban a esta parte más siniestra de nuestra naturaleza “el impulso maligno”. San Pablo se refirió a él como “la mente carnal”.
En la tradición esotérica se la denomina el morador del umbral.
Todos tenemos un míster Hyde que aparece de pronto cuando menos nos lo esperamos.
Mahatma Gandhi apuntó con sarcasmo en cierta ocasión: “Solo tengo tres enemigos. El preferido, aquel sobre el que puedo influir más fácilmente para bien, es el Imperio Británico. Mi segundo enemigo, el pueblo indio, me resulta más difícil. Pero mi más acérrimo adversario es un hombre llamado Mohandas K. Gandhi. Sobre él apenas puedo ejercer influencia”.
En resumidas cuentas, el ego humano es el impostor de nuestro yo real.
En el ámbito de la sede del alma empezamos a reconocer qué aspectos de nuestra personalidad forman parte de nuestra naturaleza real y cuáles no.
Esta no es necesariamente una tarea agradable, pero es la única que cabe afrontar.
La iniciación del chakra del alma nos da la oportunidad de liberarnos de los aspectos de nuestra personalidad que no son parte de nuestra verdadera identidad, sino de nuestra “máscara”, como Mark Prophet solía llamarla.
A veces desarrollamos esa personalidad porque creemos que es lo que otras personas esperan de nosotros, aun cuando no sea nuestro yo real.
Si deseamos que se despliegue en su totalidad la belleza de nuestro yo real, tenemos que despegar las capas de la máscara que la envuelven. “El hombre sabe muchas cosas, pero no se conoce a sí mismo”, advirtió el místico del siglo XIV Meister Eckhart. “Treinta o cuarenta capas de piel, como si se tratase de las de un buey o un oso, gruesas y pesadas, cubren el alma. Ve a tu propio terreno y aprende a conocerte en él”.
¿Qué podemos hacer si hemos identificado patrones en nuestra vida que ya no queremos que sean nuestros?
Ante todo, debemos saber que, gracias a la energía pura del chakra de la sede del alma, no somos prisioneros de nuestro pasado. Podemos crear nuevos patrones de energía.
También hemos de caer en la cuenta de que los patrones de nuestros hábitos, que hemos creado a lo largo de muchos años o encarnaciones, no pueden deshacerse en un día.
No desaparecerán hasta que no desentrañemos el motivo por el cual nuestra alma desarrolló esas gruesas capas.
Fueron muchas las buenas razones. El alma es sensible e impresionable, y si bien no recordamos a nivel consciente todas las experiencias que hemos tenido en todas las encarnaciones, el alma sí.
Ello incluye experiencias desagradables en las que resultó herida.
Cuando padecemos traumas físicos o emocionales, no los sentimos solo en el cuerpo o en las emociones: también los percibimos en el alma.
Con el fin de protegerse y aliviar el dolor, el alma herida desarrolla ciertos comportamientos o mecanismos de defensa que pueden afectar de manera desfavorable a relaciones posteriores, inhibir el desarrollo de su verdadero yo y crear un bloqueo en el sistema energético del cuerpo.
Todos tenemos, en alguna medida, energía obstruida en patrones que no son buenos para nuestra salud. Cuando curamos la parte herida de nuestra alma podemos liberar esa energía a fin de usarla aquí y ahora.
A menudo, el proceso de curación requiere una atención especial a las cuestiones de nuestra psicología (que literalmente significa el estudio de la psique o alma), y podemos hacer grandes progresos si consultamos a un psicólogo con experiencia que entienda el sendero espiritual.
Los patrones permanecen ocultos y crear otros nuevos precisa destreza y preparación, así como trabajo interno en profundidad.
El analista junguiano Edward Edinger escribió: “El desarrollo psicológico en todas sus fases es un proceso redentor.”
La meta es redimir por medio de una percepción consciente al Yo oculto; oculto tras una identificación inconsciente con el ego.
Podemos acelerar este trabajo del alma aplicando herramientas espirituales, tales como oraciones, mantras, meditaciones y visualizaciones.
Tanto el trabajo psicológico como el espiritual suelen ser necesarios para obtener una curación profunda del alma.
Creamos a cada momento. Cualquiera que sea la respuesta a la pregunta “¿Qué he hecho hoy con mi energía?” esa es nuestra creación del día. Nuestros pensamientos, palabras, acciones y sentimientos son nuestras creaciones.
Cuando estamos en un sendero espiritual nos percatamos de la importancia que revisten y asumimos la responsabilidad por el impacto que nuestros pensamientos, palabras y obras tienen sobre otras personas.
Recordemos: se nos asigna cada día una cierta cantidad de energía. ¿En qué la invertimos? ¿Qué creamos con ella? ¿Tenemos la sensación de que nuestra capacidad creativa es obstruida por sentimientos de culpa, frustración o incompetencia?
Algunos profesionales de la salud han expuesto que las dolencias en la zona de la sede del alma, que corresponden a los órganos de reproducción y eliminación, en ocasiones se relacionan con cuestiones no resueltas asociadas a la creatividad.
Cuando nos sentimos “atascados” y no podemos expresar nuestra creatividad innata, las emociones y el cuerpo reflejan esa tensión.
Conozco varios casos de mujeres que se sentían enclaustradas, las cuales padecieron problemas de salud crónicos en el pecho y el útero hasta que no se enfrentaron con ese hecho.
Janice y Ellen, por ejemplo, rebosaban nuevas ideas, pero su ambiente de trabajo no les permitía compartir esos dones.
A consecuencia de ello, ambas eran propensas a darle vueltas a la situación y a proferir elocuentes quejas, sintiéndose impotentes a la hora de escapar de su jaula. Las dos empezaron a desarrollar problemas de salud.
Un día Janice se vio obligada a cambiar de trabajo: una bendición sobrevenida que le abrió la puerta a seguir la intuición de su corazón y a asumir responsabilidades que le permitieran realizarse plenamente.
Ellen, a sus cincuenta años, reunió la valentía necesaria para retomar los estudios con el propósito de desarrollar su verdadera pasión. Ambas están prosperando y sus emociones y salud son buena muestra de ello.
En cuanto Janice y Ellen se pararon a escuchar la intuición del alma, se abrió ante ellas un nuevo mundo.
Es lo que sucede cuando nos comunicamos con el alma por medio de su chakra.
Si no somos capaces de sintonizarnos con la voz del alma, a veces es porque nuestro intelecto demasiado activo o dominante ha reprimido los sentidos de aquella.
El intelecto es un recipiente maravilloso por medio del cual nuestro Yo Superior puede ir penetrando, pero la mente racional e instruida no va a crear por sí misma esa importante conexión con el alma:
Antes al contrario, puedes provocarle un cortocircuito.
“Existe una forma de conocimiento que está por encima de la inteligencia”, afirmó el filósofo neoplatónico del siglo V Proclo. “Deja que el alma inteligente trascienda la inteligencia… Este, amigo mío, es el funcionamiento divino del alma”.
El intelecto no puede ocupar el lugar del alma. Por ello, la educación de esta y del corazón es tan importante como la de la mente.
Si queremos crear un refugio seguro para el alma, a veces tendremos que desconectar el intelecto y entrar conscientemente en el corazón y el alma a fin de establecer esa conexión con nuestro yo creativo interno.
La clave: El perdón
Una parte esencial del proceso de liberarnos de viejos patrones se resume en una sola palabra: perdón.
Si no perdonamos las injusticias que hemos sufrido, por medio de la ley del karma nos mantenemos atados a la persona que nos ha agraviado.
Individuos, familias e incluso naciones perpetúan antiguas venganzas entre sí por esta misma razón.
La lucha nunca cesa porque el odio forma un sólido lazo entre ellos y sus enemigos: un lazo que se torna cada vez más sólido cuanto más se odian.
Al volver a encarnar, los individuos contendientes traen consigo los mismos patrones de energía ocultos, de modo que la venganza se perpetúa.
El resentimiento es un círculo vicioso. Nos agota la energía porque una parte de nosotros no deja de perder de vista esa situación no resuelta.
En palabras de Emerson, cuando ello sucede “no somos libres de hacer uso hoy ni de prometer mañana, ya que todavía estamos hipotecados con el ayer”. Cuando perdonamos liberamos el cien por cien de nuestra energía para utilizarla en actividades constructivas.
En ciertas ocasiones puede que sintamos que no podemos perdonar a alguien. Creemos que el delito que han cometido contra nosotros o contra un ser querido ha sido demasiado grave.
Dios me ha enseñado que en una situación como esta podemos aceptar al alma y pedir a Dios y a sus ángeles que aten al yo irreal, al lado oscuro de la persona que la llevó a cometer el delito.
No importa hasta qué punto sean malos los actos de una persona: si perdonamos al alma, esa parte de su ser que todavía tiene el potencial para hacer el bien, podremos evitar un enredo kármico.
Cuando nos aferramos a esas experiencias desagradables, nuestra energía se enmaraña y creamos un bloqueo.
En realidad nunca se trata de una ofensa personal, por mucho que lo parezca.
Con frecuencia, la situación constituye un terreno de pruebas, es decir, una oportunidad para ver si hemos desarrollado perdón y compasión.
La Madre Teresa comentó en cierta ocasión: “Las personas a menudo son irracionales, ilógicas y egocéntricas. Perdónalas de todos modos. Si te muestras amable, tal vez te acusen de tener motivos egoístas o segundas intenciones. Sé amable de todos modos… Si eres honrado y franco, te engañan. Sé honrado y franco de todos modos… Ya ves, al final llegas a la conclusión de que el asunto es entre tú y Dios; nunca entre tú y ellos a fin de cuentas”.
A menudo, cuando queremos soltar las cosas, lo más difícil es perdonarnos a nosotros mismos, darnos cuenta de que no importan los errores en que incurramos; cuando los cometimos, estábamos haciendo lo que podíamos.
No tenemos que negar el error, sino que debemos pasarlo por alto. Hemos de decirnos: “El error no estuvo bien, pero sigo siendo una buena persona”; y a continuación aprendamos de la experiencia.
Cometer errores es la manera en que aprendemos. Como dijo Tomás Edison: “No he fracasado. Solo he descubierto diez mil maneras que no funcionan”.
A veces ni siquiera advertimos que el hecho de no perdonarnos es lo que nos retiene. Victoria advirtió esta percepción del alma en el trayecto hacia la curación.
Poco después de cruzar la barrera de los treinta, descubrió que tenía cáncer de pecho.
“Tras el susto inicial”, afirma, “tardé un tiempo en percatarme de que era una advertencia, no solo de mi cuerpo sino de mi alma. Tuve que enfrentarme con el hecho de que me estaba quedando extenuada (este era el mensaje de mi cuerpo) y no lo estaba pasando bien en el proceso (este era el mensaje de mi alma).
“Después de la operación quirúrgica, cambié mi alimentación y ajusté mi horario. Físicamente estaba en camino de recuperarme; pero emocionalmente todavía estaba en crisis.
“Había topado con un muro de piedra y no sabía cómo sortearlo.
“Un día me derrumbé. En pleno llanto pude oír a mi angustiada alma darme la clave: me había estado machacando desde que me dieron la noticia. Todo el tiempo creí que era una “mala” persona porque me había enfermado. Nunca me había perdonado por el cáncer. Porque en el fondo no creía que fuera digna de perdón. Ese era el muro.
“Antes de dar un paso adelante tenía que llegar al punto de valorarme lo suficiente como para aceptar que quizá no había hecho nada ‘malo’, y aunque así hubiera sido era digna de perdón.
No era fácil dirigir mis pasos por ese laberinto de falsos conceptos que de alguna forma había hecho mío. Sin embargo, a medida que fui avanzando por el proceso se produjeron algunos cambios. Empecé a salir a flote. Comencé a divertirme más. Y el verdadero yo salió de su escondite.”
El Buda Gautama señaló que “puedes otear el mundo entero y no encontrar a nadie que merezca más amor que tú mismo”.
Si queremos realizar cambios duraderos en nuestra vida tenemos que amar a nuestra alma, además de nutrirla durante el proceso de curación.
Ejercicios
La misión de mi alma
¿Cuál es la misión única que estoy llamado a cumplir en esta vida?
¿Estoy permitiendo que mis energías se desplacen por caminos que no son parte del patrón de mi alma y del propósito de mi vida?
Creatividad
¿Puedo expresar mi creatividad o me siento limitado de alguna manera? ¿Qué pasos puedo dar para despegar?
¿Mi hogar y mi entorno de trabajo me animan a ser creativo?
Si no, ¿qué cambios puedo hacer?
¿Qué es lo que me ayuda a hacer a un lado por un momento a mi intelecto y a la lógica mi mente para acceder a mi yo creativo interior a través de los sentidos de mi alma? ¿Cómo puedo incorporarlo un poco más en mi vida diaria?
Perdón
¿Hay alguien a quien debo perdonar, para mi propia liberación y para su liberación? ¿Hay algo que nunca me haya perdonado a mí mismo que me esté frenando? ¿Hay algún concepto erróneo elemental sobre mí mismo que me esté impidiendo extender la misericordia a mi propia alma?
Al dar el mantra del “perdón”, envía tu amor y perdón a todos aquellos a quienes hayas hecho daño y a todos los que alguna vez te hayan hecho daño, dejando toda la situación en manos de Dios.
YO SOY el perdón aquí actuando,
desechando las dudas y los temores,
la Victoria Cósmica despliega sus alas
liberando por siempre a todos los hombres.
YO SOY quien invoca con pleno poder
en todo momento la ley del Perdón;
a toda la vida y en todo lugar
inundo con la Gracia del Perdón.